A Diana la divertía el face. A Caro no. Milu era de hablar poco, Caro todo lo contrario. Lo importante es que eran tres amigas muy amigas y que, a diferencia de la mayoría de los argentinos, sabían llevar las diferencias. A veces, como esta vez discutieron mucho.
—¿De qué dictadura me hablás? —preguntó Diana.
—Yo no sé si vos sos o te hacés… —dijo Caro
con un visible tono de molestia.
Las tres estaban hablando de Malvinas y
casi sin querer salió el tema de la dictadura, de los genocidios y de la
historia (en singular) que nos contaron.
—Sabés de qué dictadura te hablo —agregó
Caro.
—Dictadura o dictablanda —dijo Diana.
En ese momento Carolina reaccionó ofuscada
y dijo que esa expresión que minimizaba todo el proceso había sido dicha con
sorna y perversión por Augusto Pinochet (sin duda uno de los hombres más
siniestros de Latinoamérica). El dictador chileno, colega de los dictadores de
estas latitudes hacía referencia a que podría haber sido más dura. La cuenta es
simple podrían haber sido 60.000, 90.000 desparecidos… es los mismo, al final
“… mientras sea desaparecido es una incógnita, es un desaparecido no tiene
entidad, no está ni muerto ni vivo, es un desaparecido” dijo en algún momento
Jorge Rafael Videla, el más destacado de los dictadores argentinos (y eso que
hubo muchos).
—Sabés de qué dictadura hablo. Y eso fue
una historia muy negra de los argentinos y todavía duele, todavía las heridas
no cierran porque ellos no se arrepienten —enfatizó Caro al borde de las
lágrimas.
—¿Vos querés que pidan perdón? —preguntó
Diana.
—Sí che, me parece. —acotó Milu —Tiene
razón.
—¿Qué hablás? —preguntó Diana.
—Viste cuando vas a confesarte, lo primero
que dice que dice el cura: ¿Usted está arrepentida? y agrega ¿tiene propósito
de enmienda? Parece lógico. Si vos te la mandaste y estás orgulloso de lo que
hiciste lo más probable es que lo vuelvas a hacer —agregó Milu.
—¿A cuántos genocidas escuchaste pedir
perdón? —preguntó Diana.
—¿Y sabés una cosa? Esos mismos tipos son
los que nos llevaron a Malvinas —agregó Caro.
—¿Vos querés que no vayan? ¿Qué sigan
siendo de los ingleses y que se nos rían en la cara? —indagó Milu.
—Creo que soy la que más quiere a Malvinas.
Mirá mi perfil: las dos islas y una lágrima envuelta en una inmensa bandera
argentina con sol y todo —agregó Caro ya colorada de la bronca.
—¿Y eso? Nada que ver… —dijo Diana.
—¡Sí que ver! Uno no pone en el perfil
cualquier verdura, pone lo que más le gusta o lo que más quiere. —enfatizó
Milu.
—¡Ponele! —resaltó Diana.
—Y esa guerra fue salvaje, bah casi no fue
una guerra, nos la pusieron mal. Duró poquísimo y los pobres pibes nuestros
murieron como las cucarachas cuando les echan Raid —acotó Caro.
—Sí, los pobre son tenían ni armas para
defenderse. Se les terminaron las municiones —agregó emocionada Milu.
—Yo creo que había que seguir por la vía
diplomática —dijo Diana.
—Di-plo ¿qué? me parece que nos estamos
yendo al carajo —repuso enojada Caro.
—Digo algo más interesante ¿A que no saben
quíen me envió un emiticón anoche? —dijo Diana como para salir del paso y del
papelón.
—¿Juaco? —preguntó Milu.
—¡Correcto! —respondió Diana.
—Tanto que se hacía el más… —agregó Milu.
Y la conversación siguió por un andarivel
lejos de las dictaduras y de Malvinas, pero la conversación de estas tres
amigas nos ayudó a recordar la fecha y a pensar qué historia nos cuentan y cómo
hacemos para no perder la conciencia para que nunca más en la Argentina
tengamos dictaduras o estas guerras donde mueren (o se terminan suicidando)
miles de inocentes.