Sil y Mili se juntaron a preparar el tema que la vieja de historia les había encargado. Protestaban (mejor dicho p… en colores). Estaban indignadas, pero de la conferencia dependía la nota final del práctico. No les quedaba alternativa. En la pieza de Sil se escucha la p m que… ¡Otra vez!
—¡Otra vez con este cuento del 25 de mayo! ¡Me tienen harta! ¡Har-ta! —dijo Mili casi a los gritos.
—Mirá tengo una que ni vos ni la vieja se imaginan: en la
conferencia vamos a presentar a Felipe Pigna.
—¿A quién? jodeme… la piña me la dan en mi casa si no
apruebo —dijo Mili.
—Dale , vas a ver que va a estar buenísimo. Vamos a hacer
algo zarpado y hasta la vieja se va a enganchar —dijo Sil con entusiasmo.
—Bueno, dale arrancá vos. Dictame y yo voy escribiendo
directamente en la compu para que el PowerPoint nos quede de una.
—Dale empiezo leyendo a este viejo groso. Dice el chabón
este:
En 1810 Buenos Aires no era tan trascendente, Chuquisaca o
Montevideo eran más importantes. Una por su universidad y la otra por su
puerto. Buenos Aires tenía apenas 40.000 habitantes y 40 % eran esclavos.
—Pará un cachito me parece piola que a las cifras las
pongamos con números muy muy grandes para que los giles de nuestros compañeros
se copen.
—Parecés medio ñoña… bueno dale metele tamaño, color y
florcitas. Sigo:
Los jesuitas habían dejado su sello, tuvieron poder hasta
que en 1767 los expulsaron porque tenían poder y porque organizaban la
comunidad (indígenas y campesinos) empoderándolos con poder propio. Eso era
peligroso para la mirada de la corona española que solo quería someter en
situación casi de esclavitud.
España empezó a mirar y a darle importancia a Buenos Aires a
partir de la presencia portuguesa en las costas argentinas. España estaba algo
complicada, la revolución de Estados Unidos de 1776 había traído la
Constitución con la división de poderes y los derechos individuales y luego la
Revolución Francesa de 1789 que ponía fin a la monarquía absolutista.
—Pará que se me terminó el cuadro ¿Adónde meto eso?
—Creo que es mejor un nuevo cuadro y que lo titulemos
“Causas remotas de la Revolución de Mayo”.
—Ah claro, mejor así —dijo Mili.
—La burguesía (comerciantes muy acomodados) necesitaba
cambiar el régimen de nobles. Querían desplazarlos para tener acceso al poder y
comercializar libremente. En el reino o en el Virreinato no tenían lugar. Qué
gil que soy pará… me salteé a Moreno: y Moreno fue el más grande de los
ideólogos de la Revolución: él había estudiado a Rousseau, a Voltaire,
Montesquieu, y todos los más grandes libertarios de la época —seguía narrando
Sil.
—Eso sí me parece interesante. Sí ese tipo era muy groso.
Hoy diríamos que estaba reloco y seguro que terminaría preso. Y así murió —agregó
Mili.
—Cuando Fernando VII cae en manos de Napoleón… Chan, lluvia
de chan… se viene la Revolución. Las colonias se dan cuenta que esto es una
oportunidad para liberarse de España y avanzan sin titubear. Todos los
patriotas se envalentonan y el 25 declaran un gobierno patrio.
—Yo no entiendo bien ¿en qué nos cambió tener un gobierno
patrio? —preguntó Mili.
—¡Nena! hubieron mil cambios: se empiezan a proteger la
incipiente industria nacional, los derechos que se plasmarán en la Asamblea del
año XIII y todo este procesos se consolida en 1816 cuando se declara la
independencia. Pero el debate y toda la idea revolucionaria comenzó acá —dijo
Sil.
—Te hago una pregunta ¿vos creés que la historia es solo
pasado o que sigue viva? —preguntó Mili.
—Creo que sigue viva, que nos enseña aunque no aprendemos.
Creo que como dice el groso y grueso Pinti: “Este país es tartamudo, repetimos
los mismos errores” —dijo Sil.