Hablar de las cuentas públicas, del endeudamiento, de la dolarización, de la fuga de divisas o de la devaluación parecen cosas lejanas, ajenas. Parece que son cuestiones que no nos tocan ni tocarán. Pero cuidado, posiblemente sean como los virus que aunque no los veamos los tenemos en el cuerpo y nos pueden llevar al hospital o a algún lado de donde no hay retorno. Veamos.
Para empezar sobre bases objetivas parece oportuno, empezar por el siguiente cuadro:
Fecha |
Salario
mínimo $ |
En
dólares |
Dic. 2015 |
5.580 |
573 |
Agosto 2018 |
9.500 |
316 |
Es decir, en solo 30 meses los trabajadores
perdimos el 45 % del salario en dólares pero veamos, en una economía dolarizada
es el 45 % del salario real. Esta es la brutal devaluación de la que los
mercenarios disfrazados de periodistas no hablan.
Los economistas y los formadores de
precios, cada vez que quieren justificar una suba justifican en los valores
internacionales, por ejemplo de la nafta, o de la energía, que son tal o cual
(y lo mencionan en dólares). Y entonces, dicen, hay que ajustarlo a esos
valores. Mirada parcial, antojadiza y picaresca porque en paralelo se olvidan
el detalle de medir con el mismo patrón el salario de los trabajadores. Ahí ni se
les ocurre decir que un trabajador de la minería gana U$S 4.000 dólares o que
un trabajador medio gana la mitad de ese valor en dólares.
Es posible que al momento de la publicación
de esta nota el dólar, con una dinámica al ritmo de la especulación haya subido
más, y que la devaluación del salario real sea más todavía. Con el dólar se
verifica que uno de los mitos esgrimidos por el liberalismo como una verdad absoluta
e indiscutible es falsa. Según la máxima liberal si aumenta la demanda sube el
precio del bien y si la demanda disminuye, baja su precio. Falso de falsedad
absoluta. Cuando el dólar empieza la tendencia alcista no baja más a sus
niveles de origen. Si baja, son unos centavos y es como para tomar mayor
impulso hacia arriba.
Y como sigue subiendo los grandes
especuladores de la economía (los que quieren grandes ganancias en corto plazo)
salen excitados a comprar más dólares por lo que la moneda verde sigue subiendo
y la economía interna se sigue deteriorando.
Para frenar esa situación, agravada por un
déficit incontrolable (o que el gobierno no se decide a controlar) el gobierno
recurre al empréstito interno. Cuando los tenedores de las Lebacs se presentan
a cobrar las Letras del Central, el banco al no tener la liquidez para pagarlas
sube la tasa de interés y renogocia (en este momento están al 52 % anual).
¿De dónde salen los fondos para pagar
semejante tasa de interés? de las reservas del Banco Central. ¿Y de dónde salen
las reservas? Muy simple, de los impuestos que paga cada uno de los ciudadanos
y contribuyentes de este país. Esto es un deterioro incalculable para la moneda
nacional y la economía.
¿Quién
puede soportar tanto?
¿Qué economía puede pagar un 52 % anual al
que no produce nada?
Cuando el Estado se quedó sin fondos para
levantar las Lebacs recurrió al FMI. Es decir, endeudamiento externo para
levantar el endeudamiento interno. Y para colmo, no se trata de un préstamo
común, es un stand by, un préstamo con grandes
condicionamientos de ajustes y baja del gasto público (menos para los
asalariados, jubilados y menos para las provincias y sus obras públicas. El
cóctel es demasiado complejo y explosivo para creer que puede salir bien.
Está claro que en esta economía perversa
hay grandes ganadores y grandes perdedores. Especuladores viviendo del esfuerzo
productivo de millones de trabajadores.
El capital que no tiene sangre ni alma, con
los dólares en sus manos sigue presionando para seguir elevando el precio del
dólar. El capitalismo especulativo no piensa en los dolores sobre los
trabajadores. Solo ambiciona más ganancia.
La nueva oligarquía, va a ganar en meses lo
que ningún sector de la producción logró en años. Aunque hay que decirlo, en
este modelo hay tres grandes sectores que han ganado cifras siderales: el
sector financiero (el más especulativo); los sojeros (ganaban con un dólar a $
9,50, imaginemos a $ 28,5, más del 300 %; y las energéticas producto de la suba
de tarifas de más del 1.500 % que pagamos todos los usuarios todos los meses).
En el medio de estas brutales ganancias se
producen los blanqueos de los amigos del poder (incluidos los familiares
directos del presidente), la fuga de capitales cercana al récord mundial y las
cuentas offshore cercanas a otro triste récord.
Por cierto que la prensa rastrera y adicta
no dice ni una palabra de este macrodeterioro. Prefieren los micros de dimes y
diretes. Para ellos es una lástima que terminó la distracción del Mundial. Ese sí
era un buen divertimento.
“De
la crisis se sale trabajando”
El impacto de la devaluación es directo y
brutal. No encuentra atenuantes. Suben los insumos importados (autos, motos,
computadoras, etc.), suben los precios internacionalizados (naftas, tarifas,
etc.), suben los precios de cemento, hierro y todos los productos que no tienen
relación con el dólar pero que no quieren perder valor relativo frente a los
productos que suben.
Estos (des)manejos provocados o no convirtieron
a la Argentina en un inmenso garito para que los rufianes del sistema hagan de
la timba el medio de enriquecimiento de una minoría inescrupulosa y el
empobrecimiento de una mayoría silenciosa.
Como siempre, las autoridades, el FMI y los
mercados le echarán la culpa de esa situación a las leyes laborales “poco
flexibles”, a la carga previsional, a los salarios que no son competitivos, a
la “industria del juicio”, a los subsidios que todavía queden en servicios
públicos, a las jubilaciones de docentes y científicos, a todo lo que sea, en
definitiva, derechos básicos de las mayorías populares. Ya lo vivimos en la
Argentina del 76 y en la de los 90. Ya conocemos el neoliberalismo y sus
artilugios lingüísticos.
Como siempre, el mercado y el establishment
recurrirán al consabido discurso que hay que trabajar y no quejarse “Nos
tenemos que ajustar todos” dirán (o ya lo dicen). Y de paso quieren poner en offside a los trabajadores que tienen
dignidad y reclaman. Ya lo hicieron con algunos dirigentes sindicales (Baradel,
Segovia entre otros) y hasta con el mismo papa “es el jefe de los piqueteros
kirchneristas” dijo con desparpajo un destacado sinvergüenza a sueldo.
Y frente a la disyuntiva, no faltará el
trabajador cándido, desprevenido o imbécil que repita el latiguillo funcional
al sistema de especulación: “Yo no paro”.